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elpoetaenelvagon

Papá

Papá me llamó desde el salón; alto, duro, mal afeitado: realmente imponía. Estaba muy serio y sostenía entre sus dedos un cigarro a medio consumir. Una botella vacía descansaba sobre la mesa; cerca, un vaso volcado derramaba gotas de un líquido anaranjado sobre la alfombra. La foto rota evidenciaba su malhumor.

Me acerqué a él hasta ponerme a su lado; me miró fijamente mientras cogía mi brazo. Muy despacio, como deleitándose con ello, frotó la parte candente del cigarro, que apagó, contra mi antebrazo. Por un momento sólo olí el hedor a piel y vello chamuscado que inundó el lugar que y penetró hasta lo más profundo de mi pituitaria. Como un latigazo que sólo dura un segundo, un escalofrío me recorrió de abajo a arriba la espina dorsal, haciéndome arquear bruscamente la espalda hacia delante. Mi corazón bombeaba fuego, por mis venas corría una espesa masa de veneno y hiel; un dolor punzante me atravesó el brazo y mi cerebro se paralizó. Epidermis, brasa, chamuscado, eran palabras que sentía por primera vez en perfecta comunión. Se me nubló la vista y los ojos se me anegaron de lágrimas. Contuve la respiración y no grité; sabía que eso le hubiera enfurecido tanto como para azotarme con el cinturón. Desde que mamá se fugó con otro hombre, su humor era pésimo, siempre estaba enfadado o aletargado por la ingesta de alcohol, y yo era su cabeza de turco, en mí descargaba toda su frustración y rabia.

—Si no hubieras nacido —decía—, mamá nunca se hubiera marchado.

La culpa era mía, [claro,] nada tenían que ver las constantes palizas que propinaba a mamá, ni sus más que conocidas infidelidades con las prostitutas de los barrios bajos.

Decidí irme; me giré y lentamente avancé hacia la puerta.

— Tú, ¿adónde crees que vas? —preguntó—. Recoge todo esto, venga. Me voy a acostar, no hagas ruido,¿te enteras?

Callé. Le odiaba, pero a fin de cuentas era mi padre, y le debía obediencia.

 

1 comentario

Hard.- -

La paternidad es una realidad que marca tremendamente. El hecho de colaborar en la llegada de una nueva vida es algo muy grande. Cada ser humano que llega a este mundo llega envuelto en papel de regalo, y no sólo con un pan debajo de un brazo (si, ya sé que es una frase hecha de esas que tanto te molestan, -por eso la he puesto-), sino también con grandes dosis de ilusión, esperanza, expectación.
Sorprende mucho el encontrar a padres/madres cuyas entrañas se han endurecido tanto que llegan a lesionar fisica o psicologicamente a los que son "carne de su carne y sangre de su sangre".
Pero, por grande que hayan sido los errores, un padre siempre será un padre; al que debemos demasiadas cosas como para ser capaces algún día, en este mundo, de poder pagar por todo lo que hemos recibido de él.