De un bar (incompleto)
El Don Porfirio, a pesar de esa pretendida burguesización a través de su nombre,es un garito de lo más chusco. En ese nido de ratas y todo tipo de degenerados, quizás por el veneno que sirven por bebida o quizás por el constante parpadeo histérico de los focos de colores, afloran al momento los instintos más violentos y primarios. Atravesar la vetusta puerta, forrada de pósters de cantantes cutres y choriceros, significa volver a la Edad Media, donde una mala mirada exigía un duelo a muerte. Rozando traseros moldeados a palmetazos de vigoroso amante y embutidos en unas diminutas faldas; frotando miembros sobreexcitados por la proximidad de lujuriosas féminas, el desgraciado visitante chorrea sudor, contribuyendo así a hacer aún más rancio y apestoso el ambiente del miserable [antro]. Mariquitas enfundados en prietas camisetas, ramerillas quinceañeras que trabajan a tiempo parcial y sin cobrar, rústicos y primitivescos nativos del lugar, viejas glorias con los pechos colgando fláccidamente y la jeta embadurnada con repugnantes mejunjes carísimos e ineficazmente rejuvenecedores. La fauna es tan variada como deprimente e inquietante. Los altavoces escupen sin interrupción estridentes tonadas que los más entusiastas insisten aún en denominar música, mientras que quien hasta el desafortunado momento de entrar en ese antro de vicio e indecencia era una persona equilibrada psíquicamente, chilla y llora, histérico, perdido todo juicio por la abrumadora y criminal música. A modo de altar, en la barra del tabernáculo se ofrecen todo tipo de milagrosos brebajes a un precio escalofriante, que haría perder el control y la compostura al mismísimo sultán de Brunei. Sin embargo, se paga religiosamente ese despótico y desproporcionado diezmo, por el bien del Dios Cuerpo y su viaje al espacio sideral durante unas breves (y estúpidas) horas.
6 comentarios
Carlos -
Hard -
Carlos -
Hard -
No acabo de ver lo del sultán de Brunei !!
Carlos -
Lo he visto.
desaparecido -
hay que buscarlos.
saludos!